Texto de Gianni Vatimo, tomado de webislam.com o elpais.com
Todos recordamos seguramente la famosa frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios. Y también su cláusula: Dios seguirá proyectando su sombra en nuestro mundo durante mucho tiempo. ¿Qué pasaría si aplicáramos la frase de Nietzsche también, y sobre todo, a las religiones? En muchos sentidos, es verdad que, en gran parte del mundo contemporáneo, la religión como tal está muerta, pero todavía proyecta sus sombras en numerosos aspectos de nuestra vida privada y colectiva. Por cierto, dejemos claro que el Dios cuya muerte anunció Nietzsche no es necesariamente el Dios en el que muchos de nosotros seguimos creyendo; yo me considero cristiano, pero estoy seguro de que el Dios que estaba muerto en Nietzsche no era el Dios de Jesús. Incluso creo que, precisamente gracias a Jesús, soy ateo. El Dios que murió, como dice el propio Nietzsche en algún lugar de su obra cuando le llama "el Dios moral", es el primer principio de la metafísica clásica, la entidad suprema que se supone que es la causa del universo material y que requiere esa disciplina especial llamada teodicea, una serie de argumentos que tratan de justificar la existencia de ese Dios o esa Diosa frente a los males que vemos constantemente en el mundo.
La tesis que quiero presentar aquí es que las religiones están muertas, y merecen estar muertas, tal como Nietzsche habla de la muerte de Dios. No sólo están muertas las religiones morales, en el sentido más obvio de la palabra: desde dentro de la sociedad cristiana y católica de Europa, es fácil ver que son muy pocos los que observan los mandamientos de la moral cristiana oficial. Lo que está muerto, en un sentido más profundo, son las religiones "morales" como garantía del orden racional del mundo.
La institucionalización de las creencias, que dio origen a las Iglesias, incluyó (no sé si sólo en la práctica o como factor necesario) una reivindicación del poder histórico, en el sentido de que era casi natural y necesario que una religión moral se convirtiera en una institución temporal poderosa. Es lo que parece haber ocurrido con el catolicismo, pero se pueden ver muchos otros fenómenos similares en la historia de otras religiones. Incluso el budismo engendró un Estado, el Tíbet de los lamas, que ahora lucha por sobrevivir frente a China. En todas partes -por ejemplo, en el hinduismo-, el mismo hecho de que exista una diferencia entre clérigos y legos hace que la religión se convierta en una institución, cuyo objetivo principal es siempre su propia supervivencia. Mencionaré de nuevo el ejemplo de la Iglesia católica: si no hubiera sobrevivido a lo largo de los tiempos, yo no habría podido recibir el Evangelio, la buena nueva de la salvación. Una vez más: como en el caso de la muerte de Dios de Nietzsche, la muerte de las religiones institucionalizadas no significa que no tengan legitimidad. Sencillamente, llega un momento en el que ya no son necesarias. Y ese momento es nuestra época, porque, como puede verse en muchos aspectos de la vida actual, las religiones ya no contribuyen a una existencia humana pacífica ni representan ya un medio de salvación. La religión resulta un poderoso factor de conflicto en momentos de intercambio intenso entre mundos culturales diferentes. Por lo menos, eso es lo que ocurre hoy: en Italia, por ejemplo, existe un problema con la construcción de mezquitas, porque la población musulmana ha aumentado de forma espectacular. La hegemonía tradicional de la Iglesia católica está en peligro, pero los católicos no se sienten amenazados en absoluto por esa situación; sólo los obispos y el Papa.
La Iglesia afirma que defiende su poder (y los aspectos económicos de él) para preservar su capacidad de predicar el Evangelio. Sí; pero, como en tantas instituciones, la razón suprema de su existencia se queda muchas veces olvidada a cambio de la mera continuidad del statu quo. Lo que quiero decir es que, en el mundo actual, sobre todo en el Occidente industrial, la religión como institución se ha convertido en un factor de conflicto y un obstáculo para la "salvación", sea eso lo que sea. Quiero subrayar que hablo de la muerte de las religiones en el mismo sentido en el que acepto el anuncio de Nietzsche sobre la muerte de Dios. La religión que está muerta es la religión-institución, que contribuyó enormemente al desarrollo de la civilización pero, al final, se convirtió en un obstáculo.
Hablar de la muerte de las religiones en un sentido relacionado con el anuncio de la muerte de Dios de Nietzsche no significa, desde luego, que la religión nunca haya tenido sentido para la humanidad. Ni siquiera se puede decir que la frase de Nietzsche significa que Dios no existe. Ésa sería de nuevo una afirmación metafísica, que Nietzsche no quería pronunciar, por su rechazo general a cualquier metafísica "descriptiva". La lucha contra la supervivencia de las religiones de la que hablo tiene poco que ver con la negación racionalista de todo significado a los sentimientos religiosos. Incluso se toma muy en serio ese resurgimiento de la necesidad de una relación con la trascendencia que caracteriza numerosos aspectos de la cultura actual. Citaré de nuevo a Nietzsche, que dice que Dios está muerto y ahora queremos que existan muchos Dioses.
Mientras las religiones sigan queriendo ser instituciones temporales poderosas, son un obstáculo para la paz y para el desarrollo de una actitud genuinamente religiosa: pensemos en cuánta gente está abandonando la Iglesia católica por el escándalo que representan las pretensiones del Papa y los obispos de inmiscuirse en las leyes civiles en Italia. Los ámbitos de la ética familiar y la bioética son los más polémicos. En Estados Unidos, el anuncio reciente del presidente Obama sobre su intención de eliminar las restricciones a la libertad de las mujeres para abortar ha suscitado una amplia oposición por parte de los obispos católicos. La oposición contra cualquier forma de libertad de elección en todo lo relacionado con la familia, la sexualidad y la bioética es continua e intensa, sobre todo, en países como Italia y España. Tengamos en cuenta que la Iglesia se opone a leyes que no obligan, sino que sólo permiten la decisión personal en estos asuntos. Deberíamos preguntarnos de qué lado está la civilización.
Hace poco, el Papa repitió su idea constante de que la verdad no es negociable. ¿Ese "fundamentalismo" es sólo característico del catolicismo, o de todo el cristianismo? Quienes hablan de civilizaciones tienen la responsabilidad de tener en cuenta esta condición concreta. No hay más que ver los frecuentes diálogos interreligiones que se celebran en cualquier parte del mundo, en los que los interlocutores suelen ser "dirigentes" de las distintas confesiones. No dialogan para cambiar nada; no es más que una forma de volver a confirmar su autoridad en sus respectivos grupos. ¿Acaso sale de estos frecuentes encuentros algo útil para la paz y la mutua comprensión de los pueblos? Mientras no se elimine el aspecto autoritario y de poder de las religiones, será imposible avanzar hacia el mutuo entendimiento entre las diversas culturas del mundo.
Esta conclusión puede parecer una gran paradoja, dado que, en general, se ha considerado que la religión era un medio de educar a la humanidad hacia la caridad, la piedad y la comprensión. En muchos sentidos, la compasión parece ser la base fundamental de toda experiencia religiosa. Y es cierto, ya sea desde el punto de vista del cristianismo, el budismo, el hinduismo, el islam o el judaísmo. Hasta aquí, nada que objetar. Pero precisamente por eso es por lo que debemos reconocer que ha llegado la hora de que las personas religiosas se alcen contra las religiones. Y que afirmen tajantemente que la era de la religión-institución se ha terminado y su supervivencia sólo se debe a los esfuerzos de las jerarquías religiosas para conservar su poder y sus privilegios. El hecho de que esta tesis parezca inspirarse, en gran parte, en la experiencia cristiana (y católica) europea, no limita su validez para otras culturas. Seguramente, el veneno del universalismo se extendió por el mundo gracias a los conquistadores europeos, que son responsables de la estricta asociación entre conversión (al cristianismo; recuérdese el compelle intrare de San Agustín) e imperialismo. Ahora es el mundo latino el que debe romper esa asociación y separar la salvación de cualquier pretensión de creencia y disciplina universal como condición para alcanzarla. No es una tarea fácil.
La Iglesia afirma que defiende su poder (y los aspectos económicos de él) para preservar su capacidad de predicar el Evangelio. Sí; pero, como en tantas instituciones, la razón suprema de su existencia se queda muchas veces olvidada a cambio de la mera continuidad del statu quo. Lo que quiero decir es que, en el mundo actual, sobre todo en el Occidente industrial, la religión como institución se ha convertido en un factor de conflicto y un obstáculo para la "salvación", sea eso lo que sea. Quiero subrayar que hablo de la muerte de las religiones en el mismo sentido en el que acepto el anuncio de Nietzsche sobre la muerte de Dios. La religión que está muerta es la religión-institución, que contribuyó enormemente al desarrollo de la civilización pero, al final, se convirtió en un obstáculo.
Hablar de la muerte de las religiones en un sentido relacionado con el anuncio de la muerte de Dios de Nietzsche no significa, desde luego, que la religión nunca haya tenido sentido para la humanidad. Ni siquiera se puede decir que la frase de Nietzsche significa que Dios no existe. Ésa sería de nuevo una afirmación metafísica, que Nietzsche no quería pronunciar, por su rechazo general a cualquier metafísica "descriptiva". La lucha contra la supervivencia de las religiones de la que hablo tiene poco que ver con la negación racionalista de todo significado a los sentimientos religiosos. Incluso se toma muy en serio ese resurgimiento de la necesidad de una relación con la trascendencia que caracteriza numerosos aspectos de la cultura actual. Citaré de nuevo a Nietzsche, que dice que Dios está muerto y ahora queremos que existan muchos Dioses.
Mientras las religiones sigan queriendo ser instituciones temporales poderosas, son un obstáculo para la paz y para el desarrollo de una actitud genuinamente religiosa: pensemos en cuánta gente está abandonando la Iglesia católica por el escándalo que representan las pretensiones del Papa y los obispos de inmiscuirse en las leyes civiles en Italia. Los ámbitos de la ética familiar y la bioética son los más polémicos. En Estados Unidos, el anuncio reciente del presidente Obama sobre su intención de eliminar las restricciones a la libertad de las mujeres para abortar ha suscitado una amplia oposición por parte de los obispos católicos. La oposición contra cualquier forma de libertad de elección en todo lo relacionado con la familia, la sexualidad y la bioética es continua e intensa, sobre todo, en países como Italia y España. Tengamos en cuenta que la Iglesia se opone a leyes que no obligan, sino que sólo permiten la decisión personal en estos asuntos. Deberíamos preguntarnos de qué lado está la civilización.
Hace poco, el Papa repitió su idea constante de que la verdad no es negociable. ¿Ese "fundamentalismo" es sólo característico del catolicismo, o de todo el cristianismo? Quienes hablan de civilizaciones tienen la responsabilidad de tener en cuenta esta condición concreta. No hay más que ver los frecuentes diálogos interreligiones que se celebran en cualquier parte del mundo, en los que los interlocutores suelen ser "dirigentes" de las distintas confesiones. No dialogan para cambiar nada; no es más que una forma de volver a confirmar su autoridad en sus respectivos grupos. ¿Acaso sale de estos frecuentes encuentros algo útil para la paz y la mutua comprensión de los pueblos? Mientras no se elimine el aspecto autoritario y de poder de las religiones, será imposible avanzar hacia el mutuo entendimiento entre las diversas culturas del mundo.
Esta conclusión puede parecer una gran paradoja, dado que, en general, se ha considerado que la religión era un medio de educar a la humanidad hacia la caridad, la piedad y la comprensión. En muchos sentidos, la compasión parece ser la base fundamental de toda experiencia religiosa. Y es cierto, ya sea desde el punto de vista del cristianismo, el budismo, el hinduismo, el islam o el judaísmo. Hasta aquí, nada que objetar. Pero precisamente por eso es por lo que debemos reconocer que ha llegado la hora de que las personas religiosas se alcen contra las religiones. Y que afirmen tajantemente que la era de la religión-institución se ha terminado y su supervivencia sólo se debe a los esfuerzos de las jerarquías religiosas para conservar su poder y sus privilegios. El hecho de que esta tesis parezca inspirarse, en gran parte, en la experiencia cristiana (y católica) europea, no limita su validez para otras culturas. Seguramente, el veneno del universalismo se extendió por el mundo gracias a los conquistadores europeos, que son responsables de la estricta asociación entre conversión (al cristianismo; recuérdese el compelle intrare de San Agustín) e imperialismo. Ahora es el mundo latino el que debe romper esa asociación y separar la salvación de cualquier pretensión de creencia y disciplina universal como condición para alcanzarla. No es una tarea fácil.
Por Gianni Vattimo, filósofo y político italiano. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
7 comentarios:
Un gran artículo, solo añadiría que las religiones(al menos las que conozco) niegan a la mujer cualquier cargo en su estructura jerárquica e imponen una moral que la subordina al hombre. Es uno de los motivos que tengo para no pertenecer a ninguna, creo más en la concepción de una sociedad laica basada en los derechos humanos.
Llevo toda la tarde leyendo, Isaac Rosa, "El vano ayer", pasaba por aquí a leer novedades, y puse la guinda a mi pastel léxico de la tarde¡¡.
Mágnifica reflexión.
Confiarémos en el Universo y en alguna de sus leyes; lo que no fluye aceptando un marco evolutivo natural y se impone, fracasa.
Feliz principios de semana, y a disfrutar de un bonito marzo.
Un saludo.
Antes de leer el trozo en el que nombra al Tibet, estaba poniéndomelo de ejemplo en la mente. Tanto unas como otras; siempre sembrando política con los siglos. No hay mayor dios que el que no existe para la historia, sino para inventarlo dentro de cada uno; sin forma ni rostro, sin culpabilidad que nos haga pedir perdón por cosas que no palpamos, sin búsqueda de sentirnos mejor frente a miedos que desconocemos. Pero el ser humano no es tan fuerte, y se aferra a dioses para no estallar ante la naturalidad de la vida. ¡Ojo! yo la primera que me creo uno particular al que le llamo "El algo" (ya le estoy poniendo nombre, dándole alguna forma, por lo tanto cayendo en el error que departo) y luego admirar algunas solo por las sensaciones creadas, olvidándome de las barbaridades que cometen, sobre todo con mi sexo; el femenino.
Desde los inicios, las religiones fueron "encuentros malintencionados" entre humanos... y ese es un tema que va creciendo como la espuma.
Respecto a la autoridad, no sé dónde se encuentra el punto entre "ser la voz" y el "hacer que sigan a la voz", porque creo que pretendiendo ser lo 1º SIEMPRE se termina llevando a cabo lo 2º.
Las religiones... Qué tema más peliagudo!!! Las más sencillas son perjudiciales por algunos sexos, las menos arrastran un poder pretencioso... todas, de una u otra forma están plagadas de espinas de poder (monetario, terrenal, sobre otros seres humanos o vivos...etc).
Si cada uno viviera conforme a la propia religión que el se inventa... Pero como toda maravilla en un mundo un irracional; es una utopía.
No creo que el ser humano llegue a sentir que ha muerto su dios, que extinga esa autoridad, siempre habrá ese punto medieval que irracionalmente crea una lucha; lucha por no pertenecer, o por pertenecer y sentirse luchado con uno mismo por no dejar fluir la libertad virgen que lleva todo humano dentro.
(Gracias por compartir y con ello mandar estímulos para que bailemos las neuronas. Me encanta).
Una abrazo en espiral
El creer.
Es imposible demostrar la existencia de (un) Dios de la misma forma que es prácticamente un acto de necedad negar rotundamente esa posibilidad. Está constatada la aceptación histórica y ancestral de la presencia de una deidad en la vida del ser humano, al menos hasta el momento –relativamente cercano en el tiempo- en que se pone en duda y se debate y contrapone a tendencias como el Racionalismo, Existencialismo, Nihilismo y otros “ismos” que barajan la posibilidad de que ese Dios no exista o simplemente haya muerto.
En una sociedad como la actual, totalmente científica y pragmática, donde no hay cabida para elucubraciones metafísicas sin ser tildado de raro, es un acto heroico reconocer el grado de espiritualidad en uno mismo; lo empírico y demostrable estará siempre mejor valorado que aquello que se escapa al entendimiento racional, lo cual nos lleva a un estado de semi-negación de lo no entendible, de lo intangible y, por lo tanto, de conceptos como alma-espíritu-karma.
Creer en (un) Dios no conlleva la negación de toda la plenitud que tiene el hombre, todas sus posibilidades para ser, sentir, hacer, construir, crear; el hombre seguirá siendo el centro de lo creado y, él mismo, continuará siendo parte creadora, a nivel físico e intelectual. El hombre podrá ser sin negar esa posibilidad.
Gianni Vattimo explica lo que un servidor intentaría decir más torpemente: “Dios, cuya muerte anunció Nietzsche no es necesariamente el Dios en el que muchos de nosotros seguimos creyendo; yo me considero cristiano, pero estoy seguro de que el Dios que estaba muerto en Nietzsche no era el Dios de Jesús” Suscribo totalmente ese enunciado como posición personal y sin intención de adoctrinamiento o evangelización.
Tras un largo desierto de ocho años -a una edad temprana- en la institución eclesiástica que sólo fomentó un alejamiento ideológico y un enfrentamiento visceral contra los preceptos humanos que la regían y que nada tenían que ver con la espiritualidad que refleja Jesús en los textos que se le atribuyen, encontré sentido –no demostrable, lógicamente, pero no por ello menos válido- en un mensaje universal de amor en forma de energía creadora. No niego el big-bang que da una razón lógica a la creación, de la misma manera que creo en la posibilidad de esos segundos antes del estallido original en los que, dada la ausencia de testigos presenciales, pudo ocurrir de todo.
Aferrarse a la idea de aceptar solo aquello que seamos capaces de ver con los ojos físicos es asumir una ceguera torpe que nos acotará una visión superior.
A lo que no profeso veneración alguna es a esta creencia absolutista en forma de materialismo que invade las consciencias y suplanta cualquier atisbo de fe que no sea en el bienestar, el dinero, la autocomplacencia y el egoísmo camuflado y que empuja a nuestra especie pensante a unos estados cercanos a los de cualquier otro animal irracional: en eso nos aventajan.
Y por relacionar el título del blog con la música del maestro Chaouen, haré un nuevo manifiesto: no encuentro claves en sus letras que me lleven a concluir algo sobre su posicionamiento en cuanto a cuestiones de fe; no hay evidencia de dioses en ellas (quizá en un par de ellas que recuerde) y no se le conoce pronunciamiento alguno en estas páginas sobre sus pensamientos al respecto pero… logra emocionar partes interiores de mi ser que posiblemente se deba a conexiones nerviosas perfectamente explicables bajo un prisma científico, pero que a la vez me acercan a ese estado metafísico no-demostrable cercano al Cielo.
Si hay Dios, deseo que inspire grandemente a todos los que son capaces –como Carlos- de hacer una música plena de emociones e intelectualidad sinceras, y que ésta sea elevada a un rango de universal. Paz.
La creencia en lo sobrenatural -y me refiero con sobrenatural a cualquier cosa que se escape a nuestros sentidos y/o conocimientos- nace de la necesidad humana de querer saber y del miedo a lo desconocido. La institucionalización y el monopolio de esa necesidad y de ese miedo es lo que crea las religiones como guías fundamentales de la vida del ser humano y la hace esclava de sus propias paranollas. A todo eso se unió la necesidad de moralizar y educar a base del miedo o la creencia en un ser superior que nos puede castigar o premiar según toque. De esa forma los que ostentaban el poder consiguieron sujuzgar a sus congéneres y convertirlos en corderos obedientes.
La ciencia, la gran enemiga de las religiones, acota día a día esa dictadura basada en la creencia ciega de que todo es imperturbable e inamovible porque así lo ha decidido el dios que corresponda. Creo que ha eso se refiere este expléndido artículo que el señor Chaouen ha compartido. La necesidad de un dios debe de ser algo particular y personal y no vincular la evolución de la sociedad a él. Yo no creo en absoluto en nada parecido a lo que pregona cualquier religión, es más, me importa bastante poco si existe una fuerza suprema o no, hay demasiadas cosas maravillosas en el mundo para que necesite algo más. Pero eso no quiere decir que me moleste en absoluto que los demás crean, me parece estupendo que cada uno utilice la vela que quiera para continuar navegando.
Sólo quiero la libertad suficiente para elegir el destino de mi vida sin que ninguna doctrina religiosa me marque en función de normas de dudosa procedencia. Por eso me parece inconcebible esa necesidad de cualquier religión de enfrentarse a la propia elección del ser humano, a su propia libertad. Creo en las leyes humanas, porque son permutables, corregibles, derogables.
El problema que yo veo en esta sociedad laica es que hemos reservado el monopolio de la moral y la ética durante tanto tiempo a lo que las religiones nos decían que quería su dios y nos olvidamos que somos nosotros los que tenemos que ser los garantes de esos bienes para que nuestros hijos sean mejores aún, pero no como una imposición divina, sino como parte de la educación del ser humano. El día que todos aprendamos eso ya no necesitaremos ningún dios.
Creo, Sr Choauen que tiene mucha razon, como tantas otras veces que leo lo que publicó, no conozco al autor, en fin, me gustaria poder creer que los religiosos se levantaran contra todo tipo de cargo jerarquico, e institucional.
de hecho creo, q las institucioes (todas, incluso el sagrado matrimonio) tienen su aspecto hiatrogenico.
será tarea mas que dificil, existe en el ho demasiado miedo a la libertad, sobre todo demasiadas malas interpretaciones de ella, que al fin y al cabo no deja de ser otro sistema de creencias...
Cristiano, yo tb considero, que fue por jesus que deje de ser catolica, y si! no condicen las acciones de un humano con las promesas de lo divino... me quedo con los pies en el barro, y presto mas valor a un ser que tan hombre como cualquiera fue bondadoso y compasivo.
el vaticano sinceramente me repugna en la misma forma que me deslumbra por su arte.
Creo que existe la necesidad en el ho de ser religioso, que nada tiene que ver con el sentido de control social que se le dio a las religiones, sino con un sentido mas comunitario.
pero es una gran verdad, que se agrupan, como en toda ideologia, construyendo incluso su propio estado, aunque disto un poco del budismo, creo que mas que una religuon es una practica, que quien la elige debe vivir en un hambito muy peculiar, y por tanto el hehco que hayan hehco su estado independiente enel medio de una montaña habla mejor de ellos que de nada, porque sin dogmas, quien lo elige, forma su autodisciplina.
pero bueno, es cierto, que los postulados religiosos, son sinceramente, una fantochada mas, que nohay moral tan plena ni hay condicion humana que pueda tener la estabilidad de vivir en estado de gracia, parece mas bien, una pantomima muy obvia. y creo que ya hay demasiada gente despertandose en el mundo...
no solo por las religiones.
sino, por muchas oscuridades que empiezan a sangrar lava ardiente.
solemos ser, una montaña opaca, que late, y con regularidad, a veces, estalla, y cuando lo hace, brota la luz que apenas dejara ceniza, que a duras penas, dejara otra forma en la montaña que somos.
rs muy buena la salvedad de que lo que queria decir Niestzche no era que dios no existe, sino que la idea de dios estaba muerta. y tb Nietzsche, dijo que "no nos libraremos de la idea de dios en cuanto sigamos creyendo en la gramatica"...
creo, que la sociedad toda, sigue enferma, y seguira asi, como se plantea en "el malestar de la cultira" puesto que nuestro sistema de creencias esta demaciado enraizado en el lenguaje en las formas y en la gran neurosis universal, pero de todos modos, no se pierde la esperanza, de que en algun momento...
se corte el cordon umbilical con las figuras paternales que nos hemos inventado para "estar controladitos, agrupaditos, y sin pensar demasiado de manera libre y sin escaramuzas" eso me sono a 1984 de Orwell...
MUY BUEN TEXTO..
saludos cordiales par usted, sr chaouen, que sigan los exitos! y que el viento sople sus velas! cuanco suelte el timon sordo de ninfas...
saludos cordiales y un abrazo!
Georgina.
Publicar un comentario