sábado, 13 de septiembre de 2008

La piedra desechada

Artículo para la reflexión de Eugenio Trías, tomado de aquí (http://www.abc.es/)
La gran música de las últimas décadas del siglo XX sabe siempre conjugar la dimensión más material del sonido, o la energía y fuerza que encierra, con formas propias de una inteligencia potenciada al máximo de sus posibilidades.
La música es una gnosis sensorial. Por gnosis debe entenderse un conocimiento que nos cura de la infirmitas. Salud, salvación: ese es el don que puede acogerse -como dice Hölderlin- «cuando arrecia el peligro». La música es un don que proporciona conocimiento, reconocimiento de uno mismo, y promesa de salvación. Musica Dei donum (como se reconoce en el hermoso motete al que puso música, entre otros, Orlando di Lasso).
Cuanto más se eleva y encumbra la música hacia altitudes espirituales más material tiende a ser, o más dedicada a expresar la energía y la potencia que el sonido primigenio encierra. La música más espiritual, o que mejor conduce hacia alturas místicas, suele ser también la más innovadora: de Franz Liszt a Oliver Messiaen, o a Giacinto Scelsi; de Arnold Schönberg a Iannis Xenakis o a Karlheinz Stockhausen, y a John Cage o a Morton Feldman, esa vocación y destino de la mejor música demuestra que mística, espiritualismo e innovación «de vanguardia» suelen ser en música una conjugación necesaria. La mejor música constituye el principal desmentido a la apreciación interesada según la cual el auge de nuevas formas de espiritualismo procede de tendencias conservadoras.
La música sabe unir la orientación espiritual y mística con un tratamiento radical de las dimensiones materiales del sonido. La música hoy se halla empeñada en la emancipación de la foné: de ese dominio matricial del timbre y del colorido sonoro que Arnold Schönberg, al final de su Tratado de Armonía, auguraba como la gran tarea de la música del futuro (y que él mismo pudo comprobar en la creación en la tercera de sus Cinco piezas para orquesta). Desde Gustav Mahler y Claude Debussy hasta György Ligeti y Giacinto Scelsi, esta emancipación de la foné marca la orientación y el destino de la mejor música actual. La gran música -de hoy, de ayer y de mañana- se halla siempre en la intersección entre materia y espíritu.
«La piedra desechada se convertirá en piedra angular»: esta frase del profetismo tardío, ahijada por los evangelios sinópticos para referirse a la buena nueva de Jesús de Nazaret, puede perfectamente adaptarse a la gran revolución musical perpetrada, con la máxima discreción y del modo más espontáneo y natural, por György Ligeti.
De pronto la dimensión menos prometedora de la música en la tradición occidental se constituye en el principio sobre el que van a girar todas las dimensiones del sonido. El colorido tímbrico se yergue en primer principio de la aventura musical.
György Ligeti conduce, de este modo, a la música hacia la tierra prometida. No la anuncia -de forma profética- pero sin llegar a tomar pie en ella. Más que a Moisés, que muere a pocas leguas de la tierra que mana leche y miel, se asemeja a Josué, que la organiza desde bases nuevas. Ligeti ocupa el terreno, lo conquista, lo coloniza y lo recrea desde un punto arquimédeo que le permite hacer girar el orbe entero de la música.
El ámbito del sonido queda enteramente redefinido desde una dimensión que en Occidente había sido desechada: simple añadido final, o condimento decorativo, que concedía el acabado a cualquier composición.
En György Ligeti esa pieza orillada se yergue en piedra basal de todo el edificio sonoro. La trascendencia de esa decisión está a la vista: la música actual desprende todas las consecuencias de esta gran innovación.
El color: eso es lo decisivo. El color tímbrico como cualidad específica del sonido asumido en su radical materialidad.
El color es, siempre, lo más resistente a las estrategias de la Razón Analítica. El estructuralismo no hallaba las mismas dificultades de organización -y mensuración- con la duración, las alturas, las formas de ataque, las intensidades, la dinámica. Todas estas dimensiones parecen cercar, determinar, medir la forma de la sonoridad. Pero el color nos adentra en el hondón de la materia fónica; en su carácter matricial; en la Magna Mater del sonido (y de su posible organización formal).
El verdadero revolucionario no fue Pierre Boulez, ni Karlheinz Stockhausen, ni siquiera Iannis Xenakis (que presagió la tierra prometida, pero sin llegar a colonizarla). Lo fue un extranjero: alguien procedente del extrarradio europeo, superviviente de campos de concentración, fugitivo del terror que aplastó el reformismo húngaro con tanques y deportaciones. Este húngaro que hace su rápido aprendizaje en los laboratorios de electroacústica de Colonia lleva a cabo sin alardes la revolución musical que conduce hasta la música de hoy.
Lo que era centro se convertirá en periferia. Lo que había sido relegado de todo papel principal -color tímbrico, intensidad, dinámica- se erigirá en cimiento de un nuevo modo de entender el universo sonoro. György Ligeti será capaz de hacer girar todas las dimensiones del sonido que se tenían por principales (la altura, la duración) a partir de esa «piedra desechada» convertida en piedra angular del edificio. La materia sonora, el sonido en su dimensión material -en el sentido de «matricial», o relativo a lo «materno» y «maternal»- comparece como el parámetro sobre el cual dan vueltas todos los demás.
2. Se tiende a reconocer, según lo atestigua las investigaciones sobre el cerebro, que la percepción del sonido procede de un centro cerebral distinto de aquél en el que se puede localizar la formación del lenguaje verbal. En el siglo XX se insistió -sobre todo en tradiciones psicoanalíticas- en la remisión de esa aptitud lingüística verbal al papel desempeñado por la figura paterna. Sin ésta el lenguaje no se constituye como tal.
Hay decisivas pruebas embriológicas que permiten sostener que la música responde a la voz materna. La percepción acústica es sorprendentemente prematura en el embrión. El sonido se filtra a través del líquido amniótico. Desde fechas muy tempranas se inicia un discernimiento acústico entre sonidos acogedores y hostiles. La voz materna parece viajar a través de esa masa acuática.
La música tiene su raíz en esa voz materna filtrada por vía acuática. Tenía razón Tales de Mileto: todo surge, nace, procede del elemento líquido. El agua es el medio a través del cual surge el primer conato perceptivo. En la ceguera de la vida intrauterina despunta durante los primeros meses del embrión ese germen inicial del canto de las sirenas.
Cuerpo y alma, cuerpo y espíritu nacen y se despliegan en ese vivero de vida futura que es la cueva intrauterina. Con perspicacia eligieron como recinto de lo sagrado nuestros primeros ancestros cuevas y cavernas: ámbitos cuya resonancia musical se pondera en los últimos tiempos. Tal fue el santuario de la prehistoria. La matriz, la Magna Mater, es siempre el primer principio. Antecede al mundo, al cosmos. En la cueva intrauterina se origina la primera percepción, que es el sonido. Allí se halla el fundamento en el cual se sustenta la música.
La música de hoy se caracteriza por su extraordinaria sensibilidad respecto a esa dimensión materna -matricial y material- del sonido que tiene en el colorido tímbrico su cualidad primaria. Esa radicalización de lo material, lejos de apartarnos de lo espiritual, nos acerca a sus mismas entrañas. Materia y espíritu, en música, y quizás en todas las cosas, si se asumen en todo su rigor, y si se exploran en su máxima hondura, remiten al mismo manantial.
EUGENIO TRÍAS

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Curioso el mundo de los sonidos...y de su percepción.

Saludos
María

Anónimo dijo...

¿Por qué no comentarte? porque un cantante, por muy dios que sea para otro, no deja de ser un humano más, una mirada y un cerebro
accesible.
¿Por qué comentarte? porque llevo siguiendo tu arte desde que tocabas por bares de Madrid, y las primeras conexiones españolas
a internet me permitían bajarme archivos de algo que no tenía ni disco.
Porque siempre dije que eras una mezcla de poesía y sexualidad musicada, arañada dulcemente por esa garra gaditana que espero
nunca dejes por el camino.
Porque nunca me cansó una canción tuya, y porque esperé las novedades como quien espera leer las entrelíneas de todas las metáforas.
Porque me acercaste, sin saberlo, el poder conocer tu pueblo hace ahora mismo un año, y sin ánimo de fan, acabé de borrachera
con toda la gente de La Posada, que hablan luces de tí.
Porque hace muchos años me fuí a Madrid cuando tú no venías a Valencia, y de coña te dije: algún día seré tu corista! Porque al tiempo
un amigo te vió en Córdaba y me pasó el móvil mientras yo estaba en una despedida de soltera un tanto perjudicada por el rón y al otro lado
hablabas tú, un tanto descontento con un concierto que no salió como esperabas... Ahí escuché al humano.

Porque mis amigos prepararon el concierto en Varadero, y tras un año sin disfrutar de tus directos, me lo perdí porque así lo quiso
un estado maldito de esos de ansiedad.

Porque siempre admiraré a la gente que porta en la mochila la sencillez, pese al éxito, al igual que rabiaré al ver que no todo el mundo
tiene la puerta del arte abierta en el oído y en el alma.

Porque hay gente, como yo, que te sigue desde los inicios de opotunidad. Desde la calma. Desde la sapiencia de que hay fusiones artísticas
que crean unos colores espectaculares en forma de cd y libreto. Pero ante todo de permanencia.
Porque naciste arte, y estamos de celebración ya diez años.

Gracias por compartir lo hecho. Por sacar ganas hasta de la desgana. Por seguir haciendo música cuando todo son piedras en el camino,
y por crearnos estas ganas de quedarnos en el camino escuchando la mejor banda sonara.

Buenos vientos tengas, Carlos. Y buenas cosechas sigas recogiendo para pegarnos entre todos un festín de acordes.

Un abrazo grande. Karla

Anónimo dijo...

Por cierto... espectacular reflexión la que recuperas.
De repente me vino a la mente algo; que en la música puede estar ya todo inventado, pero no se puede decir lo mismo de la fusión de espíritu y música. Es eso lo que las diferencia a unas de otras. Ese escupir predilecto y personal que hace único a cada músico, como hace único y reconocible el sonido que desprende.

Anónimo dijo...

Mientras leía la segunda parte del artículo(gracias por "republicarlo")mi cabeza ha emitido:

¡Viva la madre que te parió!

La que te alimentó y nutrió durante el proceso de gestación con todo el arte que te compone, que forma parte de tu ser.

Anónimo dijo...

Hacer canciones y no tocarlas produce una sensación parecida a hacer sexo y no tocarlo.

....Eres el amo eh???jajajajjajajaja

aojalá te veamos pronto n??

pd:más andalucía y menos bcn&madrid carlitosss!!(con perdón)

Anónimo dijo...

Muy interesante, aunque siempre me resultan desconcertantes las reflexiones intelectuales y documentadas de algo tan extremadamente sensorial y pasional, y por tanto difícilmente plasmable en análisis científicos, como es la música. Creo que ésta tiene mucho de adicción o de, ese término que usaste en Clamores el jueves refiriéndote a las relaciones de pareja, habituación.
Me hace mucha gracia eso de que la música responde a la voz materna jaa... me pregunto en qué se parece la voz de mi madre a la tuya... Únicamente en que me costaría enormemente vivir sin escuchar ambas, aunque siempre haya cables y distancia de por medio. Un beso ;)

Anónimo dijo...

Carlos Chaouen, yo no le conozco de nada y no sé una corchea de música, pero he leído lo que ha escrito y le sigo en las canciones y, verdaderamente, se desprende nobleza en su forma de ser y de crear. Yo valoro mucho, como escribí en el artículo que lleva enlazado en su página web varios meses, que yo me fijo mucho en el compoenente sensorial de la música. Tiene que transmitir y éso es clave para crear. Yo he tomado algunas expresiones suyas para mi trabajo de tesinando de historiador.

Déjeme que te recomiende (tal vez ya lo hayas leído) la Magdalena de Prost, que es un pequeño texto del libro primero de En busca del tiempo perdido que lleva por título Por el camino de Swann. En la edición de Alianza de bolsillo, las páginas en las que aparece lo que le refiero van de la 60 hasta la 65.

Seguiré atento a su blog. Por cierto, no he podido localizar ni un puto disco suyo. En Salamanca no hay ni uno en las tiendas. Para colmo, la vez que vino, (creo que fue en enero o así) me fui imposible asistir a su concierto.

Sé de su música por casulidad a través del blog de Al caer el sol, y porque a partir de ahí, saqué Tótem en una biblioteca.

Lo dicho señor Chaouen, seguiré atento a lo que ud. escriba. No pierda nada de rigor... ni de imaginación.

Admiro su honestidad intelectual para percibir y transmitir emociones.


Un afectuoso saludo desde Salamanca,

Daniel Molina.

c. dijo...

y algún día nos darás la oportunidad de extasiarnos por acá en Chile...el sur olvidado de américa?

por mientras... me gustaría conocer la letra de esta poesía que comienza a sonar cuando entro a este onirico mundo virtual, problema de mis parlantes o de mis oidos, pero no logro descifrar las palabras entre tan excitante melodía... ojala puedas publicar o mandarme la letra de "fuera del cielo"... hasta entonces viviré fuera del jardín del cielo..

Georgia SinClaire dijo...

la musica seduce los sentidos...
los alucina...
la musica no es el camino al nirvana... la musica es el nirvana.
claro, me refiero a la buena musica.
cuando mejor musica se conoce...como los mejores sabores que se prueban, el paladar se vuelve mas exijente.

hay gitano!
como decia Leopoldo Lugones un escritor del rio de la plata...
"la musica es emosion superior, y sin embargo a algunos apenas le causa confusa algarabia" y tu musica sin dudas lo es.

en la musica uno se encuentra, y se pierde...
es poesia, y redencion sonora...es melodia, o caricia, es imposible de definicion escueta...
la musica es un universo.

de seguro usted es un gran musico...
de esos q cuando escucho, me inyectan vicio de su arte en la sangre...no es una melodia simple que se puede dejar de fondo, su musica esta hecha para escucharla, no para simplemente oir. frunzo el entrecejo, se me infla el pecho, suspiro, canto, aunque mal, saco eso afuera, me reinvento, me muero, vuelvo a nacer... que decirle? ... todas esas sencaciones son su musica ...

un saludo cordial...y fuerte abrazo!
que siga usted bien!

Héctor Castilla dijo...

Carlos ¿viste la columna que escribió Santiago Auserón en el Babelia de hace un par de semanas? Échale un vistazo que también te va a gustar.

Hermano, tengo ganas de verte.

Abrazos desde el desierto.

Héctor.

Anónimo dijo...

Maldita costumbre mía de olvidar siempre los reencuentros... Será que no me gusta que te vayas... pero ya me he puesto al día, Carlos! Lo pro-meto!

Anónimo dijo...

Hola Carlos, solamente comentarte que la canción que suena en la página mientras leía el artículo me recordaba mucho al primer Quique Gonzalez que colaboró contigo en tu segundo CD. Lo mismo me pasa con algún tema suyo que me acerca a tí. Posiblemente las mejores canciones publicadas ultimamente en España en Castellano sean vuestras: Semilla en tierra, De haberlo sabido y Para llevarte a vivir de Javier Ruibal.

Gracias por todos los buenos momentos que nos regaláis con vuestro buen hacer.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Karla, me has tocao.

Entre líneas sois tremendos.
Y de nuevo Georgina, Daniel...
NOs vemos.

A Chile no sé, aunque quizá crucemos el charco no en mucho tiempo. Ajolá como dicen en el paraíso.