viernes, 27 de enero de 2012

Amanecer







Me levanto de mañana, doy 7 pasos, subo una escalera de mano con un peldaño que pide cuidado, y veo esto....Las dos primeras son de hoy (27 enero 2012 y la última de ayer.)


Salud!!

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué belleza!!

illeR dijo...

Qué genial!! Y que envidia!! A mi el amanecer me pilla en la oficina, pero el anochecer si que lo veo todos los días en el Parque Juan Carlos I mientras doy una carrera, no es igual, pero es algo!!

Laura dijo...

Todo una preciosidad encontrarte estas sorpresas....

Alberto dijo...

salud coleguitas quisiera presentaros a una amiga Mery
invitándoos a que escuchéis sus grabaciones (tio molan tus fotos)
http://www.youtube.com/user/CantosMery?blend=1&ob=0#g/u

Anónimo dijo...

Una razón sí tenía el Sr. Gracia cuando afirmaba que la música posee cualidades curativas. Y lo contaba en la plaza reunido, las tardes de amigos y dominó. Y lo decía de corazón. Pese a que esta vida no estaba tratándolo del todo bien. La crisis económica mundial le tenía cogido por los mismísimos y no se los soltaba ni para aireárselos, a modo de mitón esperpéntico del malabarismo conceptual. Pero era que se era una ilusión, ya que inmerso en una crisis siempre estuvo y no pensó jamás, ni por asomo, que fuera a cambiar tal situación. Como todos, mil y una facturas y al final, echando cuentas no le quedaba casi ni para el metro. Por ello copiaba cuanto podía, periódicos, música, libros, películas, recetas de cocina ......y también por supuesto pirateaba los partidos deportivos (sobre todo los partidos). Estructura medicinal, reflexionaba. Siendo aquello un amago ilícito de justificación, porque no se trataba más que de robar el sustento de los demás. Menudo ejemplo de dolo para nadie...¿te importa que …? ¿puedo tomártelo prestado?.
Analicemos pues, y esta vez seamos detallistas, España siempre fue un refugio de ladrones y usureros, y un eje de evasión de capitales, con ese pedazo de peñón que en sus cuevas le perdió el respeto a tanto peregrino. Españoles de turismo en territorio anglófilo, autárquicos monos de feria. Abochornaba ese pequeño detalle. El Sr. Gracia que nunca antes había tenido por hobbie el mangoteo, o mejor, que nunca había ido de descuidero por esos mundos, subsistía con lo puesto. Aprovechando las rebajas para comprar alguna pieza nueva de vestir, visitador de tiendas de segunda mano para poder abaratar aun más su maltrecha dignidad, “a la última” rezaba el cartel promocional de uno de los establecimientos, “¡y una mierda!” pensó él al verlo “y una puta mierda inglesa”. El Sr. Gracia pertenecía a la hilera de la Cruz Roja, donde recogía víveres dos veces al mes. Y sin derecho a más. Suplicar comida no le avergonzaba. Ver la desesperación en las caras de sus conciudadanos sí, sin embargo aquel no era un lugar de simetrías. Él no estaba desesperado, él ya no pertenecía al rimbombante sistema, puesto que residía en el quid abisal. El Sr. Gracia no tenía ni para visitar al odontólogo. Formaba parte de esos cinco millones y medio de habitantes del paro, de esa masa social a la que ya no le divierte nada, y aunque todavía podía trabajar de forma esporádica y sentirse medio afortunado, aunque quizá firmaría un nuevo contrato la semana siguiente, no obtendría frutos hasta pasado mucho tiempo, así que seguiría siendo pobre al mes siguiente, y al otro, y después también. Y no le bastaría ni para comer; por eso vagaba con documentación falsa por los supermercados, aseado y muy bien peinado, argumentando cualquier piadosa excusa ¡por la buena causa! para que los despistados y oprimidos empleados le regalaran la comida que ya había caducado pero que, como es sabido, aun no está marchita. Y era verosímil su disfraz. Tomaba el auto en ruta provincial, marcaba en un mapa el recorrido, dosificado, ex profeso calculado. Al milímetro. Portando una cartografía perfilada, aritmética, lucubrada. Se adiestró en la técnica de rebuscar alimento entre los desperdicios de los contenedores en los mercados, de sustraer papel higiénico de lugares públicos. Vivía en casa de uno de sus pocos amigos, de prestado, vivienda que estaba a la venta y que era visitada por posibles compradores. Cuando eso sucedía, la invasión a su intimidad le dejaba varios días deprimido y como desplazado, aquello resultaba impúdico a todas luces, no solo debía agotarse limpiándolo todo a conciencia, además la gente revolvía con la mirada sus cosas sin tapujos, y aquí está la habitación de matrimonio, y el baño, y la cocina, y todo recogido.

Anónimo dijo...

Para colmo las visitas acostumbraban a venir las mañanas del fin de semana y pronto; las diez es una hora de desayuno calmado, de ir al váter sin prisas, de largas duchas, de masturbaciones esporádicas o de sexo tranquilo. Y aunque no estaba ocupado en exceso, aquella intromisión de su vida le dejaba tocado y bastante malhumorado. Añadiendo que igual dormía poco porque habrían repuesto una buena película de espías de madrugada que quizá utilizó para entrar en los estados soporíferos y dormirse sin pensar en sus desgracias. El cartel de venta era tal cual un pretexto procaz que amenazaba su soledad y disciplina.
El Sr. Gracia había sido substituido por un joven universitario que no cobraría ni un cuarto de lo que fue su nómina. El Sr Gracia fue despedido fulminantemente cuando lo pillaron en el baño de la oficina practicando sexo con su ligue del trabajo. No obstante a ella no la habrían despachado, tan solo le reprocharon su conducta. Ella instigadora, ella absuelta. Lo que hace el no-sexo, el pirateo. Es bien cierto que en general los hombres no perdonan un desaire. Y se empecinan en conseguir ese sexo si se lo propusieron como objetivo. Después, una vez logrado, lo olvidan como si tiraran la cadena del retrete. “Follas con todos menos conmigo” le contó que le había dicho el amo. Así que ella, a cambio de eso, conservó su empleo porque tenía hijos que mantener y el padre de las criaturas no les pasaba la manutención desde hacía dos años. Y no podía permitirse el fasto de denunciar al hijoputa de su jefe, pero a su ex sí, y a esperar. Llegados a este punto, la paciencia es una virtud. Al asqueroso de su patrón lo filmó en pleno pecado...y se guardó la grabación para denunciarlo por acoso sexual y laboral a posteriori. Antes de nada, le confió muy suavemente en el oído que la excitaba simular que la forzaban, “¿vas a practicar conmigo esos juegos sexuales que van al límite?” le soltó entre risas… y el jefazo se puso como un cohete, y el muy gilipollas se olvidó de todo. Hecha la Ley hecha la trampa, jodida una vez jodida siempre. Pilar miró su reflejo, y palideció, prefiriendo simular sentirse violentada antes que admitir que debió largarse de allí más que indignada.
El Sr. Gracia sí que consultó a su abogado, y éste le expuso lacónico que lo mejor sería buscarse otra oficina, y otro abogado claro. Y en eso estaba, rogando al cielo por un empleo y para que su futuro superior no llamara por teléfono al antiguo para pedirle referencias. Eso sí posiblemente fue el polvo de su vida. Dado que para la tumba lo dejó. Al Sr. Gracia no le gustaba prescindir de nada. Pero joder ... si se aprende. El Sr. Gracia sentía afecto por el amor, pero no por las mujeres. Demasiadas leches le habían asestado. Y Piluca, su antigua compañera de trabajo, se olvidó de él de un día para otro pero jodiéndole el sustento por el camino, aunque nada le reprocharía. Le había regalado sexo esos cuatro o cinco años, solo de vez en cuando y siempre salvaje. Cuando se despidieron recordó que una noche lo hicieron detrás de una comisaría, excitante. Habrían tenido una relación intensa, práctica y provocadora. Sonreía pero, desde aquello, las sirenas de la policía le ponían muy nervioso, siempre pensando que venían a por él.“ En el trabajo, en el trabajo” gritaba Piluca, y a tomar por culo el trabajo, exactamente, solícitamente, sexo anal en el lavabo de la oficina. Un pequeño escándalo en la Administración Pública. Contable, esa era su ocupación por entonces. Y se sentaba en la cómoda y abrigada butaca a valorar su esfuerzo.
El azúcar lo recogía de los bares. Eso lo aprendió de su progenitora. Pero tampoco pensó que acabaría siendo una costumbre. Sumidos en ése modus vivendi el carnet de biblioteca es uno de tus bienes más preciados.

Anónimo dijo...

No se encomendaba a nadie, eso era un hándicap por supuesto. La gente resulta
irritante cuando es insolidaria, cosa que le sacaba de quicio. Él siempre procuró para los demás y nunca pidió nada a cambio. Ayudó a sus vecinos, los Roncero que, con dos hijos adolescentes, tuvieron mellizos y el descontrol se apoderó de sus vidas física, espiritual y económicamente. Tuvo una novia, Caridad, y un par de veces su madre enfermó y cuando Car tuvo que trabajar le tocó a Gracia quedarse en el hospital, su cuñado vivía en otra ciudad y eso lo complicaba todo, no se quejó nunca, al contrario él se ofreció a relevarlos, algo obligado en verdad, pero lo hizo sin problemas.
La memoria de Caridad y de aquella noche tan concreta cruzó su mente, porque ella era como el dulce azúcar. Añoraba dormir a su lado sin ropa, abrazado, extenuándose siquiera mentalmente, sabiendo que la idea de practicar sexo no iba a ser más que eso, una hermosa y serena idea, no obstante la desnudaría un millón de veces en la cama, abrazándola, y la besó, la acarició “Car estoy haciéndote el amor aunque no puedo ni moverme, ni tú te mueves tampoco” le dijo, “ha sido una semana dura” y le agradeció el gesto para con su familia, sonrió con breve sonoridad, “estás en tu casa, estás conmigo, debes hacer lo que quieras” agregó, y él volvió a desnudarla, a acariciarla, a besarla, abrazándola hasta quedarse dormido. Sin fluidos, ni más sonidos.
Después de Caridad, Gracia ya no confiaba en las mujeres. Caridad había fallecido seis años atrás suicidándose una tarde, en realidad se trató de una defunción arduo liberal. En la autopsia le fue diagnosticada una enfermedad cardiovascular (primera causa de muerte entre las mujeres) que le provocó la muerte por infarto agudo de miocardio, cuyos síntomas, que aparecen y desaparecen, son debilidad, fatiga o cansancio, ansiedad, somnolencia, posible dolor estomacal, mareos, náuseas, sudores fríos, palidez, ahogo, etc... Se le manifestaron aproximadamente un mes antes de la aparición clínica del infarto isquémico, sin embargo ella no hizo ningún caso relacionándolos con fuertes procesos gripales carentes de hipertermias y con la sintomatología menstrual aguda. Pero nunca supieron exactamente qué fue lo que pasó. Tiempo más tarde Gracia leería esta crónica en una revista especializada: “-Un infarto, y tanto. Parecía un dolor de espalda o digestivo, ahí, en la boca del estómago. Pero era un infarto. No con ese dolor que todo el mundo sabe (por las películas) que se extiende por el brazo. Este se extendía por el cuello y subía hasta la mandíbula, incluso hay quien piensa en un terrible dolor de muelas cuando lo siente. Pero era un infarto agudo de miocardio, con su trocito de corazón sin riego durante un rato y sus secuelas correspondientes-”. En la actualidad una de cada tres personas que sufren un infarto muere antes de poder recibir atención médica. Caridad estaba sola aquella tarde en casa, no la encontraron hasta la noche del día siguiente cuando causó alarma que no hubiese ido a trabajar, ni que contestara al teléfono, después de que una de sus compañeras laborales llamara a Gracia porque necesitaba de Caridad una evaluación con urgencia y de que ésta no se hubiera puesto en contacto con la oficina en ningún momento.
Él entendió a la perfección que ella obrara como lo hizo, desoyendo a su propio cuerpo, sin embargo desde hacía seis años Gracia era incapaz de amar. La última vez que eso ocurrió (estando juntos) fue el momento más feliz de su vida. La última vez que hicieron el amor pareció como si jamás lo hubiesen hecho. Fue como si se comunicaran como nunca. Tras el hipotético suicidio poco a poco asimiló la insensatez de Car. Su exacerbada e inconsciente terapéutica de no-reanimación. Y ya no volvió a escuchar a nadie.

Anónimo dijo...

Tenía que enfadarse de alguna manera por todo aquello, tenía que superarlo y seguir viviendo, que acometer la terapia, que adormecer su dolor, que encontrar un motivo para seguir vivo. Respetaba a Caridad, respetó sus decisiones, su ignorancia o su inmadurez. Nunca más pudo ser el mismo.
Por eso cuando le despidieron del trabajo se quedó igual. Sólo preocupado ante la obviedad de tener que quedarse con una mano detrás y otra delante en la fría calle. Techo y alimento, “esto tiene mala pinta”. Estaba confinado en el listado de ayuda municipal, y no sé cuántas cosas más, cualquier vivienda digna, ¡y una mierda! ¡y a la mierda la puta constitución y sus eternas falacias!.
Para qué cotizar, para vivir del paro, para pagar la seguridad social registrado como autónomo y poder cobrar una mezquindad de jubilación. Para qué estuvo en manifestaciones pro-todo, para nada. Para qué lucharon las generaciones que le precedieron. Si uno analiza esta vida acaba desquiciado.
Mandó currículums al extranjero, apostó por el inglés que repasaba en sus ratos libres, el resto de la jornada vagaba de una entrevista a otra, eso con suerte, y llevaba la contabilidad del negocio de su amigo Salvador y la de algún conocido más, poca cosa, y impartía clases de refuerzo a escolares distraídos. Ingresos extras antiguamente y sobretodo tiempo robado. Medio de subsistencia puro y duro en la acuciante actualidad. Oyó decir a un hombre mayor en la televisión “aquí solo hay millonarios y ladrones” Así que probaba con todo.
Inmerso en aquella decrépita situación no era aconsejable relacionarse con nadie, allí perdido y sin nada qué ofrecer, pero la vida todavía le reservaba una sorpresa, y la conoció... .
Al Sr. Gracia le obstinaba que ella fuera tan inteligente, eso le provocaba una excitante admiración y constituía un estímulo esencial y desmedido, él nunca antes había conocido a nadie igual. Fue una deducción implícita, una precoz ilación. Su manera de entender la vida, le fascinaba. Ella tenía verdadero talento. Y siempre que quiso explicar cómo se sentía, terminó balbuceando confuso. La primera vez que supo de su existencia, y la primera vez que la vio, sufrió una especie de síndrome de Stendhal, expuesto a tal sobredosis de belleza, tal acumulación de sublimidad y ante la exuberancia del placer artístico. Se reconoce como una enfermedad psicosomática pero Marie-Henri- Beyle, que escribió bajo el seudónimo de Stendhal, nos amplió el conocimiento del ser humano de una forma extraordinaria, impelido por su viaje por el Mare Nostrum.
Ella era poetisa, seductora y su energía era absolutamente desbordante. Así fue como la descubrió. En las voces de dos estudiantes de literatura de la biblioteca. No solo le parecía la poesía más excelsa que había podido escuchar, sino que ésta siempre estaba presta a ser rebatida y siempre salía airosa de todo análisis. Era tremendamente lúcida.
Su aptitud creativa era extraordinaria. Su intelecto prodigioso.
No obstante, se enamoró de ella a las primeras de cambio. Si su creatividad formaba parte de su naturaleza, entonces amaba su ser. Si su fisonomía fructificaba acorde con su esencia, entonces amaba su persona. Si su necesidad de amar era correspondida, entonces la vida le ofrecía una segunda oportunidad de ser alguien.

Rober dijo...

Así da gusto despertarse :)

Sara dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=SIdF_vVCeWQ&feature=share
recordé este tema tan impresionante (con esa cadencia
progresiva, no?),que lo disfruten siempre, salud!!!!!