lunes, 2 de febrero de 2009

VIH/SIDA

Autor del texto: Antonio F. Muro. Fuente: Nodo50-insurgente. Copiado de aquí el 1/02/09.
Tras diez años proyectando modelos matemáticos sobre la teoría del VIH como causa de la llamada enfermedad del SIDA Rebecca Culshaw decidió hacer frente a sus propias convicciones y escribió un artículo titulado ¿Por qué abandoné la teoría del VIH como causa del SIDA? En él, desde su experiencia como investigadora del más alto nivel, afirma: “Existen evidencias suficientes para sostener que toda la base de esa teoría está equivocada. El SIDA no es una enfermedad tanto como una estructura sociopolítica que pocas personas entienden y aún menos se cuestionan. El problema de la causa parece estar fuera de toda duda e incluso plantearlo se juzga irresponsable… pero las hipótesis en ciencia merecen ser estudiadas y ninguna debe aceptarse antes de que sea probada; especialmente cuando su aceptación ciega tiene horribles consecuencias”.

Han pasado veinte años desde que se nos dijo que un retrovirus bautizado como VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) causa una enfermedad llamada Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) caracterizada porque la persona infectada se queda prácticamente sin defensas y expuesta a adquirir fácilmente cualquier dolencia que alguien sano superaría sin problemas pero a ella puede causarle la muerte. Y lo cierto es que a pesar del tiempo trascurrido los ciudadanos de a pie saben poco más de lo que se les contó en un principio. Eso sí, las autoridades sacuden cada cierto tiempo nuestra conciencia con cifras alarmantes y con la vaporosa promesa de una vacuna que nunca llega a pesar de los miles de millones de euros invertidos en su búsqueda. ¿En la dirección correcta? Al menos en la dirección científica y oficialmente aceptada. ¿La única? Evidentemente no porque un amplio grupo de científicos discrepa de las teorías oficiales. Algunos de ellos eran considerados investigadores de primera línea y gozaban de un gran prestigio… hasta que se atrevieron a disentir de la teoría oficial del VIH como causa del SIDA. Obviamente, como sucede siempre en estos casos, sus argumentos se ocultan y no ocupan una sola línea ni en los medios de comunicación convencionales ni en las grandes revistas científicas.

Podríamos decir que la postura oficial es la representada por John P. Moore, un científico que se encuentra especialmente cómodo escribiendo contra los que disienten de sus opiniones y que ha llegado a afirmar: “Me extenderé muy poco sobre por qué no encuentro apropiado debatir con quienes niegan el VIH y se definen como científicos o se autoproclaman como tales. La principal razón es que no hay nada que debatir. La segunda es que no hay nadie con quién debatir. Uno sólo debería debatir de ciencia con científicos creíbles y ningún científico creíble discutiría el VIH como causa del SIDA”. Moore se negaba así a debatir recientemente con Harvey Bialy investigador con más de 30 años de experiencia en Biología Molecular, editor durante 14 años de una de las publicaciones más importantes de Biotecnología y miembro del mismo club de disidentes que los premios Nobel Kary Mullis y Walter Gilbert así como el prestigioso miembro de la Academia de las Ciencias de Estados Unidos Peter Duesberg. Y como Moore, tantos como puedan ustedes imaginarse.

Todos los disidentes coinciden en el carácter dañino de los antirretrovirales

Ahora bien, ¿todos quienes disienten de la explicación oficial opinan lo mismo? No. Algunos niegan que el VIH exista. Otros, en cambio, admiten su existencia pero niegan que sea responsable de lo que se conoce como SIDA. Pero en lo que sí coinciden todos los disidentes es en el carácter dañino de los antirretrovirales. Lo que sucede es que ni unos ni otros tienen demasiada oportunidad de explicarse. Lo que no está evitando que nuevos miembros de la comunidad científica -en un goteo constante- vayan abandonando el privilegiado club de la oficialidad para unirse a las filas de los disidentes. Unos lo hacen en silencio, otros se ven envueltos -por deseo propio o por las circunstancias- en algo más de ruido. Fue el caso de Mark Pierpont. Nombrado coordinador del Programa de Prevención sobre el VIH/SIDA en Florida (EEUU) a los pocos meses de ejercer su cargo -en junio del 99- redactó su carta de dimisión en la que, entre otras cosas, afirmaba: “Tras una cuidadosa investigación está lamentablemente claro que ha existido un cisma en la investigación sobre el SIDA desde el políticamente cargado anuncio del Dr. Robert Gallo al mundo de que el VIH es la probable causa del SIDA (1984). Desgraciadamente sólo una parte de los datos científicos han sido puestos al alcance del público. Parte que es, con mucho, la más poderosa y respaldada por los depósitos financieros de las agencias del Gobierno Federal como los CDC y los NIH que financian la mayoría de las campañas de información y de los programas de investigación. Esta ciencia dominante es promocionada e incluso manipulada por los gigantes farmacéuticos que tienen un motivo obvio de beneficio. El sistema de Salud Pública y las compañías farmacéuticas son la principal fuente de información sobre el SIDA para los proveedores de cuidados de salud y limitan su información a tan sólo una parte del debate científico ignorando e, incluso, suprimiendo la investigación científica contraria. Ayudado por unos medios de comunicación complacientes el Servicio de Salud Pública ha hecho todo para silenciar las opiniones científicas contrarias y, en consecuencia, ha negado a la población su fundamental derecho a un consentimiento informado. Por la presente retiro mi participación de lo que un día puede ser visto como la mayor violación del Principio de Consentimiento Informado en la historia de la Salud Pública. Muy sinceramente. Mark Pierpont”. Y claro, cabe preguntarse por qué personas que lo tienen todo van a tirar por la borda su carrera profesional y su prestigio a cambio de nada… salvo que sea por ética y por la convicción personal de defender la verdad.

Bueno, pues ahora le ha tocado el turno a Rebecca Culshaw, bióloga matemática. Su artículo, escrito en la primavera de este año 2006 -y por tanto con todos los datos actualizados-, nos permite conocer un poco mejor el lado oscuro del binomio VIH-SIDA

DE MODELAR EL VIH A RECHAZARLO

Culshaw no ha sido galardonada con el Nobel -ni probablemente lo sea ya- pero los diez últimos años de su vida ha vivido inmersa en el paradigma oficial del VIH = SIDA. Su trabajo ha venido siendo crear modelos matemáticos de la infección, un campo en el que entró en 1996. Sola o en equipo tiene, incluso, trabajos publicados al respecto: “Comparison of optimal treatments for HIV”, “Review of HIV Models: The role of the natural immune response and implications for treatment”, “Optimal HIV Treatment by maximizing immune response”, y algún otro más. Bueno, pues su conclusión final hoy es que la visión oficial es falsa. “Durante este tiempo -afirma- he llegado finalmente a comprender que hay suficientes evidencias que permiten sostener que toda la base de esta teoría está equivocada. El SIDA, no es, según parece, tanto una enfermedad como una estructura sociopolítica que pocas personas entienden y aún menos se cuestionan. El problema de la causa parece estar fuera de toda duda e incluso plantearlo se juzga irresponsable”.Sus razones científicas las ha dejado plasmadas en un artículo titulado Por qué abandoné la hipótesis del VIH-SIDA cuya versión original puede encontrar el lector en http://www.lewrockwell.com/orig7/culshaw1.html.

En él recoge las mismas incertidumbres que comparten otros muchos investigadores y aporta argumentos para el debate que quizás no sean suficientemente conocidos y que merecen el respeto al menos de ser tenidos en cuenta en un debate en profundidad. Por ejemplo, ¿sabía usted que no todos los que tienen el VIH acaban padeciendo SIDA? Probablemente sí, pero, ¿sabía que hay quien tiene el SIDA y no tiene el VIH? ¿O que puede ser usted seropositivo en Gibraltar y no en Málaga? Pues sobre estas realidades habla la particular versión de Yo confieso de Rebecca Culshaw, una carta sincera y clara en su argumentación dirigida al corazón de la comunidad ortodoxa y de todos aquellos que experimentan a diario la duda en las convicciones aceptadas: “¿Por qué nosotros como sociedad hemos aceptado tan rápido una teoría para la que existen tan pocas evidencias sólidas? ¿Por qué tomamos las proclamas de las instituciones gubernamentales como el NIH y el CDC, vía portavoces y organizadores, como muestras de fe? El ciudadano medio no tiene ni idea de cuan débil es la conexión que realmente existe entre VIH y SIDA siendo por eso que frases tan insostenibles como ‘el virus del SIDA’ o ‘la prueba del SIDA’ se han vuelto parte de la lengua vernácula común a pesar de que no hay ninguna evidencia de su exactitud.”

POR QUÉ ABANDONÉ LA TEORÍA DEL VIH COMO CAUSA DEL SIDA

Cushaw comienza recordando en su escrito de marzo de este año el impacto que causó en la sociedad norteamericana la irrupción de la enfermedad: “Cuando se anunció en 1984 que la causa del SIDA había sido hallada en un retrovirus que llegó a ser conocido como VIH se creó una gran sensación de pánico. Mi propia familia se vio inmediatamente afectada por ese pánico puesto que mi madre había sufrido varias transfusiones de sangre a comienzos de los 80 como resultado de tres abortos. En los primeros días temimos que nos picaran los mosquitos, temimos besarnos y hasta sentarnos en los retretes públicos. Aún puedo recordar el pánico que sentí cuando después de entrar en un baño público leí un graffiti que decía ‘¿No tienes el SIDA todavía? siéntate en este retrete’”.Sólo tenía diez años y con el tiempo el pánico se redujo a un murmullo. El miedo a ir al baño o al dentista fue reemplazado por una cautela más realista a la hora de practicar el sexo con desconocidos. Más tarde llegaría la traumática experiencia de someterse a los 21 años a la prueba del SIDA por un exceso de preocupación. “Me pasé dos semanas esperando los resultados convencida de que me moriría pronto y de que sería ‘todo por mi culpa’”. Y eso lo pensaba Cushaw a pesar de no ser drogadicta ni promiscua. Era el miedo. Como era lógico, el resultado fue negativo.

Tiempo después llegaría su dedicación a la Biología Matemática y de ahí ¡a los modelos matemáticos de la infección del VIH y la respuesta inmunológica! “Como matemática encontré que virtualmente cada modelo que estudiaba era poco realista. Las asunciones biológicas en que los modelos estaban basados variaban de autor a autor y eso no tenía ningún sentido para mí”. Diez años trabajando día y noche en torno al VIH. Todo ello para al final rendirse a las evidencias o a los argumentos que ella considera como tales. Diez años para contestar en voz alta la pregunta más importante de su vida. “Así que ¿por qué ahora y sólo ahora he decidido que ya es bastante y no puedo por más tiempo continuar apoyando el paradigma sobre el cual mi carrera entera se ha construido?”
Cushaw describe su experiencia personal que, por supuesto, no es única: “El SIDA hoy tiene poco o ningún parecido con el síndrome para el que fue nombrado. En primer lugar la definición ha sido cambiada por el CDC varias veces extendiéndose para incluir más enfermedades (todas las cuales existían desde mucho antes del SIDA) y a veces a ninguna enfermedad en absoluto. Más de la mitad de todos los diagnósticos de SIDA en los últimos años en Estados Unidos han sido hechos en base a una cuenta de las células T y a una ‘confirmada’ prueba de anticuerpos positiva. En otras palabras, una enfermedad mortal ha sido diagnosticada una y otra vez en ausencia total de enfermedad clínica”.

Todo comienza pues en el diagnóstico. Neville Hodgkinson, un periodista británico, sostiene en su artículo Sida: una catástrofe ¿viral o científica? lo siguiente: “La teoría del VIH como causa del SIDA ha cubierto ciertas necesidades de salud social y pública pero la comunidad científica no ha reconocido los serios fallos que existen en ella y en la práctica médica derivada de la misma; en particular su fracaso para validar la prueba de ‘diagnóstico del VIH’ con el aislamiento del virus. Se pueden haber interpretado mal signos genéticos y químicos producidos por las células inmunes caotizadas como evidencia de la presencia de un virus letal”.

De hecho no existe un modelo unificado que explique el mecanismo biológico real del VIH. “La razón por la que no había ningún acuerdo general matemático acerca de cómo el VIH mata a las células T -explica Cushaw en este punto- era porque no había ningún acuerdo general biológico. Y no lo hay todavía. El VIH es posiblemente el microorganismo más estudiado de la historia -ciertamente es al que más fondos se han dedicado- a pesar de lo cual no hay todavía ningún acuerdo sobre el mecanismo de patogénesis. Peor que eso: no hay ningún dato para apoyar la hipótesis de que el VIH mata las células T en absoluto. No lo hace en el tubo de ensayo. Él, básicamente, sólo se asienta allí como hace en las personas… si es que llega a encontrarse. En 1984 Robert Gallo afirmó que había ‘probado’ que el VIH causa SIDA. Sin embargo, el actual VIH puede ser encontrado sólo en 26 de cada 72 pacientes de SIDA. Hasta la fecha el VIH permanece siendo un blanco huidizo en aquellas personas diagnosticadas con SIDA o simplemente seropositivos”.

Es la doble cara del SIDA. Por un lado la pública, donde todo parece seguro, conocido y controlado por las autoridades. Sin embargo existe una realidad que se oculta. Liam Scheff, otro periodista investigador en temas de salud que lleva años dedicado a estudiar el tema del SIDA, ha escrito en La cara oculta del SIDA: “Cuando se pasa de los titulares te dirán, imperturbablemente, que las pruebas del VIH no están estandarizadas, que se interpretan arbitrariamente, que no se requiere tener VIH para padecer SIDA y, finalmente, que el término VIH no describe una sola entidad sino una colección de material celular no-específico de reacciones cruzadas”.
Pero, ¡bueno! ¿Acaso no está montado todo el edificio de la atención farmacológica sobre los tests y las pruebas diagnósticas? ¿Cuántas vidas se habrán destrozado entonces en el caso del SIDA por presentar como definitivos unos resultados que varían de un lugar a otro y además dependen de quien los interpreta?
“Acerca de las pruebas realizadas para medir la llamada ‘carga viral’ -escribe Cushaw- la mayoría de las personas no es consciente de que ni son pruebas autorizadas para medir la carga viral ni están recomendadas por la FDA para diagnosticar la infección de VIH. Ello es así porque un ‘test’ del SIDA no es sino una prueba de anticuerpos. Se usa carga viral, sin embargo, para estimar el estado de salud de aquéllos diagnosticados como VIH-positivos. Pero hay muy buenas razones para creer que no funciona en absoluto. La carga viral usa el PCR o una técnica llamada amplificación de ADN (bDNA). El PCR es la misma técnica usada para recoger el ADN de las huellas dactilares en las escenas de un crimen. El PCR fabrica en serie ADN o ARN, esencialmente para que pueda verse. Si algo tiene que ser fabricado en serie para incluso ser visto y el resultado de esa fabricación en serie se usa para estimar qué cantidad de patógeno hay en el organismo eso podría llevar a una persona a preguntarse cómo de relevante era el patógeno en un principio. Específicamente, ¿cómo pudo algo tan difícil de encontrarse, incluso usando la tecnología más sensible y sofisticada, diezmar completamente el sistema inmune? El bDNA, mientras, no amplifica nada como en el caso de la PCR, sólo busca los fragmentos de ADN que se creen son componentes del genoma de VIH pero eso no está probado. No hay ninguna evidencia que permita sostener que esos fragmentos no puedan existir en otras secuencias genéticas no relacionadas con el VIH o con cualquier otro virus. Es importante en este punto señalar que la carga viral a estas alturas, como las pruebas de anticuerpo, nunca han sido contrastadas con la norma de oro del aislamiento del VIH. El bDNA usa el PCR como norma de oro o verificación, el PCR usa pruebas de anticuerpo como norma de oro y las pruebas del anticuerpo no usan nada. Ninguna usa el propio virus VIH como contraste de confirmación”.
Es más, el mismísimo premio Nobel Kary Mullis, inventor de la PCR, ha afirmado públicamente que es imposible que su técnica sirva para poder decirle a alguien que es portador del VIH. Llegando a afirmar que habría renunciado al Nobel de haber sabido el uso que se le iba a dar a su invención. De hecho, en el prólogo que escribió al libro de Peter Duesberg, afirma: “Ni Duesberg ni yo podemos entender cómo ha surgido esta locura (…) Sabemos que errar es humano pero la hipótesis VIH/SIDA es un error diabólico”. ¿Y qué decir de los tests? “Hay una buena razón -señala Cushaw- para creer que las pruebas de anticuerpos tampoco son fiables. Los dos tipos de pruebas rutinariamente usados son el ELISA y el Western Blot (WB). El protocolo de comprobación actual es verificar un ELISA positivo con el Western Blot, ‘más específico’ (test que, sin embargo, está prohibido actualmente en Gran Bretaña por inestable). Pero pocas personas saben que el criterio para un Western Blot positivo varía de país a país e, incluso, de laboratorio a laboratorio. Dicho bruscamente, el estado VIH de una persona podría cambiar dependiendo del lugar donde se realice la comprobación”.

Aunque lo más grotesco de todo es que ni los propios laboratorios fabricantes de tales tests osan afirmar que sirven para decidir si alguien tiene el VIH. De hecho los fabricantes del ELISA han llegado a declarar: “Actualmente no existe un estándar reconocido para establecer la presencia o ausencia del anticuerpo VIH-1 en la sangre humana. Por tanto la sensibilidad se ha determinado a partir de diagnósticos clínicos de SIDA y la especificidad se ha establecido en base a donantes aleatorios”.
Otra científico disidente, la doctora Eleni Papadopulos, expuso en la XI Conferencia Internacional del SIDA en Ginebra tras una década de investigación su convicción de que el VIH no ha sido aislado y por tanto no puede disponerse de elementos para fabricar tests de anticuerpos, realizar mediciones de carga viral o preparar iniciadores para la PCR. Incluso el archiconocido doctor Luc Montagnier -considerado codescubridor del VIH- reconoció en una entrevista publicada en 1997 que él no había aislado ningún virus ni establecido relación alguna con el SIDA. De hecho Montaigner pasó a sostener hace ya tiempo que el SIDA no podía explicarse sólo en relación con el VIH y era preciso algo más, indefinido hasta el momento.

El ya mencionado Liam Scheff, refiriéndose a los tests, afirma con ironía al respecto: “Si la leyes del comercio fueran aplicadas con igualdad la campaña ‘Conocer es bueno’ para fomentar los tests del SIDA tendría que llevar una advertencia similar a la del tabaco que dijera: ‘Este test no le dirá si está usted infectado/a por un virus. Quizás le confirme que está embarazada, que ha consumido droga o alcohol, que ha sido vacunado/a: que tiene un resfriado, una enfermedad hepática, artritis o que está estresado/a o hambriento/a o cansado/a. O que es usted africano. No le dirá si usted va a vivir o a morir. De hecho nosotros realmente no sabemos después de todo lo que significa realmente dar positivo o negativo”.
“Lo que no puedo admitir -concluye Rebecca Cushaw este apartado de su explicación- es la idea de que nadie a título individual necesite hacerse un test diagnóstico de VIH. Una prueba negativa puede no ser exacta (cualquier cosa que eso signifique) pero una positiva puede causar unos estragos absolutos y la destrucción de la vida de una persona. Y todo por un virus que es más que probable que no haga absolutamente nada. No creo que haya que añadir mucho más para afirmar que estas pruebas deben prohibirse para propósitos de diagnóstico”.

¿Y qué pasa entonces con África? ¿De dónde salen los millones de personas que la OMS dice que están allí infectadas y esperando la muerte? El África subsahariana continúa siendo la región más afectada en el mundo según los datos oficiales. El 64% de las nuevas infecciones (más de tres millones de personas) ocurren en esta parte del mundo donde ya viven 28,5 millones de ciudadanos con VIH. Pues como con el resto de lo que tiene que ver con el VIH-SIDA es preciso pasar de los grandes titulares -con los que solemos conformarnos- a la realidad sobre el terreno, una realidad de enfermedades endémicas, hambre, miseria y dinero. Mucho dinero… pero para el SIDA. Roberto Giraldo, otro de los médicos investigadores del club de los disidentes, ya alertó de esta situación en su trabajo La industria del SIDA en Africa: un negocio redondo donde, entre otras cosas, escribió: “Puesto que en la mayoría de los países africanos las pruebas del VIH son demasiado costosas como para que su uso se generalice el SIDA se ha venido diagnosticando según los lineamientos establecidos por la OMS, los que se conocen como “Definición Bangui del caso clínico”. Para que una persona se califique como de diagnóstico positivo de SIDA debe presentar una combinación de síntomas tales como pérdida de peso, diarrea persistente y fiebre de un mes de duración así como tos seca. El problema con un diagnóstico sintomático VIH tal es que muchas de sus características difícilmente pueden distinguirse de las de otras antiguas enfermedades como la tuberculosis y la malaria. Además la prueba que se está practicando en África tampoco está exenta del peligro de arrojar resultados exagerados. Según el doctor Harvey Baily, ‘algunas de esas pruebas son tan inespecíficas que entre el 80 y el 90% de los resultados positivos son falsos positivos’. Con el resultado inevitable de que las cifras de infecciones VIH en África han resultado desatinadamente exageradas alimentando el autocumplimiento de la letal profecía”.

Y añade Giraldo, él sí conocedor de la materia y no quienes se limitan a enjuiciar el problema a través de imágenes o titulares de prensa: “Hoy día los jóvenes africanos rehúsan buscar atención médica para las enfermedades tradicionales debido al temor de ser señalados como casos de SIDA. Al mismo tiempo, como anotaba el Ministro de Salud y Cuidado de la Niñez en Zimbabwe, la OMS y la ‘industria del SIDA’ han patrocinado una dañina epidemia de ‘VIH-itis’ en África trayendo como consecuencia el desvío del dinero, la atención médica y el personal de salud de los problemas ya conocidos como la malaria, la tuberculosis, las enfermedades de transmisión sexual y una maternidad segura”.
Es curioso, por cierto, que el abordaje con fármacos del SIDA siempre llegue precedido de mejoras nutricionales en las poblaciones afectadas. Cualquier mejora en la comida y el estado del agua es evidente que redunda en una mejora global del estado físico. Si la alternativa fuera tener malaria o cualquier otra enfermedad endémica y no ser tratado ni alimentado… o declarar su malaria como parte del SIDA y así comer y ser tratado, ¿usted qué opción escogería, amigo lector? Pues eso es lo que pasa en África a diario.
Claro que el SIDA en Occidente quizás haya servido también para otro tipo de instrumentalización médico-política, sin querer entrar en el origen de tan enigmático síndrome. “El VIH, durante muchos años, ha cumplido el papel de un terrorista microscópico -reflexiona Cushaw-. Las personas han perdido sus trabajos, se les ha negado la entrada en las Fuerzas Armadas, se les ha negado la residencia en el país y la entrada en algunos países. Incluso han sido acusadas con cargos de asalto o asesinato por tener sexo consentido; se ha separado a los bebés de sus madres y se les ha suministrado medicaciones tóxicas a la fuerza. No hay ningún precedente para este tipo de comportamiento. Y todo en nombre de una no probada y frágil hipótesis que se basa en pruebas altamente sospechosas y tests indirectos para una supuesta infección por un, según se alega, virus mortal. Virus que sin embargo nunca se ha observado que haga mucho de nada”.

Obviamente los nombres y argumentos expuestos en este artículo son estigmatizados por quienes dominan el sistema sanitario. Y cualquiera puede encontrar un millón de páginas más dedicadas a la teoría oficial que a los planteamientos disidentes. Claro que por cada dólar del que éstos disponen para explicar sus razonamientos los oficialistas cuentan con cientos de millones y una amplia influencia en los medios de comunicación. Hay incluso quienes piden la cárcel para ellos por “irresponsables” y por criticar los tratamientos actuales.

La principal causa de muerte de los VIH-positivos ha sido el fracaso hepático causado por los medicamentos que tomaban diariamente
“Las víctimas reales en este enredo -dice Cushaw- son aquellas cuyas vidas son puestas del revés por el estigma de un diagnóstico de VIH. Esas personas, la mayoría de las cuales están completamente sanas, son animadas a evitar la intimidad y, aún más, se culpabilizan de haber sido de algún modo muy tontos y descuidados. Peor aún: se les anima a que tomen dosis diarias enormes de algunas de las drogas más tóxicas jamás fabricadas (…) Porque la causa principal de muerte entre los VIH-positivos en estos últimos años ha sido el fracaso hepático. No una enfermedad definida como SIDA sino un efecto colateral reconocido de los inhibidores de proteasas que los individuos asintomáticos toman diariamente en dosis masivas durante años”.

¿Tienen razón los disidentes? Hay algo evidente a su favor: el hecho de que llevan años jugándose su prestigio profesional y personal enfrentándose con quienes se están enriqueciendo día a día desde hace dos décadas con el SIDA y se niegan a salvar las vidas de los presuntos infectados con sus productos si no es a cambio de dinero. Sólo eso ya hace los disidentes merecedores de al menos unos minutos de reflexión.
“Después de diez años involucrada en el lado académico de la investigación del VIH así como ampliamente en el mundo académico -concluye Cushaw su alegato sobre el abandono de la teoría oficial- creo de verdad que el reproche por la aceptación universal, incondicional y basada en la fe de tal teoría sin bases recae pesadamente sobre los hombros de aquéllos de entre nosotros que han vinculado activamente una hipótesis completamente sin probar con el afán de prosperar en sus carreras. Claro, las hipótesis en ciencia merecen ser estudiadas pero ninguna hipótesis debe aceptarse como hecho antes de que sea probada, particularmente una cuya aceptación ciega tiene consecuencias tan horribles (…) Yo no puedo por más tiempo permanecer sentada y no hacer nada contribuyendo a esta locura. Y la locura ha durado ya bastante tiempo. Como humanos -como académicos honrados y científicos- lo único que podemos hacer es permitir que la verdad vea la luz”.
Por Antonio F. Muro.
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Aquí otro artículo relacionado (recomiendo también sus comentarios). Por Pereque, Martín Pereyra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me he dejado los ojos leiendolo! jejje

tela...demasiada información alguna nueva otra se intuye...solo hace falta tener claro los engranajes que mueven nuestra sociedad...tanto científica...farmaceutica...como sanitaria...como social...

No vamos bien...pero algunas mantas se estan destapando con el escenario actual que tenemos...y estoy impaciente por ver como reaccionamos en global ...

martes