domingo, 2 de septiembre de 2012

El País. Amores nada evidentes.

Agoniza agosto, pero la capacidad de convocatoria de Carlos Chaouen, que casi llenó anoche la Galileo Galilei, se mantiene intacta. Nunca ha sido el gaditano hombre de grandes audiencias, pero es difícil sustraerse al encanto de ese repertorio de cantautor nada cansino, ni evidente, ni abonado a dogmas o grandes certezas. Concienciado (ayer cayó, como otras veces, un homenaje al pueblo sirio), pero no panfletario. Más cercano de Quique González que, digamos, a Silvio Rodríguez. Y ávido investigador de los insondables enigmas amorosos más que de solemnes banderas.
El de San Fernando suma ya siete trabajos con las relaciones humanas como prioritario hilo argumental. Resolver el enigma por el que tan pronto admiramos a alguien como le relegamos al desdén es tan complejo como un sudoku múltiple, pero Juan Carlos Sánchez Ceballos sigue en sus trece. No hay nada tan recurrente como una canción de amor, pero las de Chaouen seducen por sus enfoques nada evidentes. Exigen redoblar la atención y, en ocasiones, adolecen de estribillos claros, de esos que se nos enredan en la memoria. Si así fuera, acaso este melenudo de mirada escéptica y voz arrastrada estaría codeándose con las más grandes firmas del gremio.

Carlos podría ganarse la vida como el experto en psicoanálisis que es, pero prefiere exorcizar en forma de verso los demonios ajenos y propios. Le canta a los amores audaces y valientes (“El que quiera carne, que se queme y regale un sol”, en Amapola) o a los regalos menos cuantificables de la vida (“Cómo se miden las mañanas moribundas”). Y en Respirar, eleva el listón con un tema, Flores secas, que ayer diseminó un halo de estremecimiento. “No me eches de menos, que el recuerdo es un veneno”, sugiere ese tratado sobre pérdidas y últimos trenes. Uno de sus dos aliados en escena, Alejandro Martínez, adelantó el tema central (Orgullo) de su nuevo disco. Y el público acabó coreándolo, aunque no lo hubiese escuchado antes. Eso es, quizás, lo único que le falta a Carlos.

Por Fernendo Neira. El País. 31 agosto 2012.

1 comentario:

Cristina dijo...

Con todo el respeto señor Neira, yo le diría que escuchara con detenimiento los trabajos de Carlos Chaouen, especialmente su última grabación, 'Respirar', y podrá entender que se encuentra entre lo mejor que se ha editado en los últimos tiempos, por no decir que está a años luz de muchos de los intentos de canción que se han grabado en este país. Sin extenderme le sugiero observe la enorme carga poética de sus letras, la personalísima composición de su música (bellísima, audaz, diferente,..) que conforman sus canciones (por cierto algunos estribillos tan poderosos como ...hay que cuidar del medio ambiente... o ...animales... o ...somos objetos perdidos... o ...no es verdad...) Por otro lado creo le iría bien para tener una visión más amplia del directo de Chaouen asistiera a más de uno de sus conciertos,tanto cuando actúa en solitario como cuando se acompaña de distintas formaciones de músicos, podrá darse cuenta de que además de ser una velada especial (por ello muchos de nosotr@s asistimos a gran parte de los conciertos que ofrece en nuestra ciudad e incluso viajamos a otros lugares) cada propuesta resulta exquisita en inteligencia, sensibilidad, sentido del humor,ironía,... también podría ver que la gente acompaña con entusiasmo sus canciones, y que cuando no cantan sus "estribillos" yo creo es debido a que cuando se ofrece algo digno de ser escuchado con atención se prefiere guardar silencio. Ciertamente de su crítica se deduce un buen manejo de las palabras pero creo adolece de cierta precipitación. Un saludo, y le animo a dejarse ver por las salas de concierto!